En abril del 1992, tres meses antes de llevar la antorcha olímpica, el Rafael Verdera sufrió un atentado perpetrado por unos desconocidos que incendiaron la bodega del buque poniéndolo en gravísimo peligro así como a la vida de sus tripulantes que gracias a la rápida intervención de vigilantes portuarios y bomberos pueden contarlo ahora como una anécdota horrible. Nada se supo de los HGP que lo provocaron.